El próximo sábado 22 de abril tendrá lugar la clase magistral “La mirada como conflicto: De cómo enfrentar la guerra y otros choques a través del gesto documental” dictada por la productora española Marta Andreu en el marco de CreaDocBogota.
En esta clase magistral, la catalana, reconocida por su labor en la escritura documental y el documental de creación, ahondará en la idea del conflicto vinculada al cine documental.
(Para más información sobre la clase magistral puedes hacer clic aquí).
Andreu es un nombre importantísimo para la producción documental en Hispanoamérica a través de su participación como docente, investigadora, académica, jurado y consultora en la industria de la producción de documentales, tanto en su natal España, como en países como Uruguay, Argentina, Cuba, Portugal, Egipto, Colombia y muchos otros.
Aprovechando que estará en Bogotá para esta clase, hablamos con la española para conocer más de su mirada al arte de la producción documental.
Señal Colombia: Usted habla constantemente del “documental de creación”, ¿Qué es esto y en qué se diferencia del documental en su sentido más amplio?
Marta Andreu: El documental de creación implica y supone una toma de posición, una mirada. Se trata de una autoría que se identifica a nivel formal, pero también en cuanto a exposición del punto de vista o mejor dicho: en este cine, la forma es el resultado de esa toma de posición o exposición del lugar desde donde se mira.
Documental de creación significa un proceso de trabajo que acerca el cine a la creación artística. Es decir, trascender lo concreto y lo general, para transmitir una forma de ver el mundo, de entender la vida. Significa reelaborar la realidad, traducirla o transformarla en imágenes para dejar constancia de su tiempo y a la vez ser capaz de tocar algo atemporal, una cierta verdad que perdura.
S.C: Según su experiencia y criterio ¿Cuáles considera que son los requisitos básicos (más allá de lo técnico) para hacer un buen documental?
M.A: No hay métodos ni fórmulas. Lo relevante aquí es entender qué es una obra y qué no lo es. Es decir: qué documental es el resultado de un proceso de acercamiento a lo real para intentar atraparlo, qué película es el resultado de una experiencia verdadera y honesta. Lo importante es identificar que cualquier película debería ser valiosa no sólo para quien la hace, sino también para el espectador contemporáneo y para aquel que aún no existe, el del futuro. Cada película tiene que mostrar, transmitir, compartir la voz de su director.
Como dice Godard: no hay temas en el cine, lo que hay son formas de mirar. A mi entender esa forma de mirar no sólo es estética sino también de fondo, mejor dicho la forma y el fondo son inseparables, la forma es lo que vemos del fondo, es mediante la voz del cineasta, su “estilo”, que nosotros podemos ver lo que él está viendo, vemos lo que él mira y cómo lo mira.
La obligación de un cineasta es dar con la mejor de las versiones posibles de su película. La única posible.
S.C: ¿Un buen documental está supeditado a grandes recursos monetarios y tecnológicos?
M.A: El valor del cine no está supeditado a los recursos económicos, ni a los técnicos. Dicho esto, es cierto que el cine, como la vida, también es economía. Es decir, necesitamos recursos para hacer nuestras películas. Aún así, a mí me interesa mucho más otra palabra aplicada al cine que sería “ecología”. Lo importante es aprender a dimensionar las películas que tenemos entre manos. El desastre puede llegar al pretender hacer “Star Wars” con bajo presupuesto. Pero hoy, con las herramientas a las que tenemos , la existencia y cualidad de una película no se derivan de una gran cantidad de dinero. Se pueden hacer películas increíbles con un celular o con una cámara vieja. Lo esencial es tener algo que decir, conocer la materia y tener la sensibilidad y el talento para transformar eso en imágenes y sonidos. Dicho de otro modo, saber hablar, hilvanar o conjugar los elementos. Una película no se legitima ni por la cantidad de dinero que tiene invertido en ella, ni por su duración, ni siquiera por los festivales a los que ha ido. Se trata de identificar los recursos necesarios para decir lo que se quiere decir.
Eso sí, hay algo que sí me preocupa sobremanera que es que este discurso no implica un abaratamiento del cine, es decir: hoy no es difícil hacer películas, lo difícil es vivir de ello, es garantizar que aquellas personas que tienen algo que decir y saben hacerlo, sigan haciéndolo. Y para mí esto es de vital importancia. Parece ser que se está llegando a considerar la cultura como un privilegio. Y no lo es: es una necesidad y una obligación.
S.C: Usted ha definido el documental como un gesto cinematográfico más que como un género. Explíquenos esa apreciación y sus connotaciones.
M.A: “Gesto” designa la expresión, el movimiento y la postura de un cuerpo. Me gusta y necesito percibir el documental como un gesto, ya que a mi entender se trata de una forma de expresarse, de existir a través de la creación; una forma de actuar, de relacionarse con el mundo y una forma de tomar posición frente a él, de responsabilizarse y comprometerse con lo creado.
El medio que uso o al que acompaño es el del cine, pero este presenta resonancias y ecos con otras manifestaciones artísticas: la pintura, la escultura, la literatura, la danza, la música y el teatro. Lo que me interesa es entender que el documental no es un nombre que designa un género cerrado, contrapuesto a la ficción, sino que es una manera de estar frente al mundo, de relacionarse con él, de mirarlo y de trabajar.
El cine es el medio, el fin es encontrar la manera de decir lo que se quiere decir, el gesto para hacerlo es el documental. Este gesto tiene que ver con entender el documental como la imagen de ese encuentro, relación y experiencia compartida entre quien filma y lo filmado, eso es lo que realmente se está documentando. Para hacerlo hay una definición que me interesa especialmente: la de reconocer la propia fragilidad, de entender que mirar es también una forma de exponerse, de ser mirado.
S.C: Esta época en la que se habla de una cultura de consumo convergente, exige narrativas complementarias e interconexión entre diferentes tipos de contenidos y formatos en múltiples plataformas ¿cómo cree que deben trabajar los documentalistas las herramientas y posibilidades transmedia y convergentes?
M.A: No creo en los métodos sino en los procesos de trabajo, cada creador debería encontrar la manera de expresarse y comunicar su visión del mundo, compartir la manera en la que éste le afecta. Hablar de distintas formas de narrar, de distintas posibilidades técnicas, de la apertura a nuevos caminos siempre será algo positivo, algo a celebrar, pero no lo concibo (o no lo acepto demasiado bien) si esto nos llega desde el lado del consumo, desde el lado del mercadeo. Es evidente que estamos en un momento donde las herramientas están cambiando y el espectador o las formas de mirar están cambiando. Inevitablemente, eso implica que las formas de narrar y el contenido de lo narrado también cambia. Así entonces, las formas de producción deben cambiar.
Es importante identificar lo que buscamos y encontrar la vía apropiada, el medio justo para expresarlo, transmitirlo, comunicarlo. Un documental expandido permite una aproximación muy distinta al de un largometraje documental.
Yo, la verdad, no soy demasiado partidaria a tener proyectos multiplataforma como una imposición de nuestro tiempo. A mi entender lo interesante y enriquecedor es la convivencia, las sinergias. A mí personalmente, me interesa esta apertura a nivel conceptual e incluso como una herramienta para llevar más lejos la reflexión y la práctica documental.
S.C: ¿Cuál es el rol que cumple el documental en un momento histórico como el que atraviesa Colombia de camino al postconflicto?
M.A: Creo que el documenta juega el mismo rol en el momento actual que en cualquier otro momento y el mismo rol que cualquier otra forma artística. La obra, documental o no, debería dejar la marca de su tiempo, es decir capturar su contemporaneidad. Ese es un deber del arte: ser la imagen de su tiempo. A la vez, esa obra debe cumplir otra función: la de trascender su tiempo. Anclarse al presente por una parte y ser atemporal, universal, eterno por el otro.
S.C: ¿Cómo logra transmitirse, desde la pedagogía, un acto tan complejo como el de la creación documental?
M.A: Lo que yo hago es acompañar a los documentalistas en sus procesos de creación. No se trata de enseñar la creación, sino de proponerles que se sitúen en el lugar desde el cual, a mi entender, se da la creación. Se trata de ponerles un espejo delante y trabajar con ellos para que identifiquen el centro de su película, para que reconozcan la forma justa de la misma. Se trata de compartir el proceso a través del trabajo sobre la materia y sobre las razones que impulsan su proyecto.
Por otro lado es un trabajo de estudio, donde se invita a una preparación a través de lecturas, de visionados y de discusiones para reforzar, madurar y profundizar en la lectura profunda de la película, en su fondo, en la reflexión que la alimenta. Mientras se avanza en todo esto, se empieza a encontrar la forma justa. Es importante entender que la forma no es algo que se le imponga a la película sino que de alguna manera surge de su interior.
S.C: Usted ha tenido una basta experiencia como jurado en diferentes países, ¿Qué particularidades significativas ha encontrado que podrían definir el documental latinoamericano y el colombiano específicamente?
M.A: No sería capaz de decir qué define el documental de una región del mundo. La creación tiene que ver con asumir la propia voz, encontrar y encontrarse. Es cierto que hay resonancias, que la identidad de un creador, de alguna manera, tiene una suerte de origen o pertenencia, que hay todo un imaginario que se comparte, que hay un pasado en común, que hay ciertos códigos y claves, preocupaciones, referentes. Al mismo tiempo siento que cada vez es más difícil hablar de escuelas nacionales. Estamos todos tan hechos de todo que los ecos, las sinergias, los intercambios y las resonancias las encuentras constantemente y por razones tan diversas.
Pero para intentar responder la pregunta, si lo pienso dos veces, en el documental colombiano puedo reconocer dos cuestiones: una es el conflicto y la otra es la memoria. Por otro lado, hay algo que me llama la atención de proyectos de todo el continente (y debo leer una media de 300 proyectos latinoamericanos al año) es que las realidades que se miran siempre son cercanas.